Un capellán, cuentan, se aproximó a un herido en medio del fragor de la batalla y le preguntó:
– ¿Quiéres que te lea la Biblia?
– Primero dame agua que tengo sed, dijo el herido.
El capellán le convidó el último trago de su cantimplora, aunque sabía que no había más agua en kilómetros a la redonda.
– ¿Ahora?, preguntó de nuevo.
– Primero dame de comer, suplicó el herido. El capellán le dió el último mendrugo de pan que atesoraba en su mochila.
– Tengo frío, fue el siguiente clamor, y el hombre de Dios se despojó de su abrigo de campaña pese al frío que calaba y cubrió al lesionado.
– Ahora sí, le dijo al capellán. Háblame de ese Dios que te hizo darme tu última agua, tu último mendrugo, y tu único abrigo. Quiero conocerlo en su bondad.
1 Timoteo 4:12 Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.
Efesios 5:15,16 “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”
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